“EL PLAN DE DIOS PARA EL HOMBRE.”

«Sé muy bien lo que tengo planeado para ustedes, dice el Señor, son planes para su bienestar, no para su mal. Son planes de darles un futuro y una esperanza.» (Jeremías 29:11, PDT).

Después de haber creído en Jesucristo como Señor y Salvador, tenemos la seguridad de ser hijos de Dios: “…a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.” (Juan 1.12–13, NTV). Eso nos da el privilegio de ganar un “permiso de residencia” permanente en una PATRIA MEJOR, UN PAÍS CELESTIAL: «Todos estos grandes hombres mantuvieron la fe toda la vida hasta que murieron… vieron lo prometido a lo lejos, en el futuro, y aceptaron ser extranjeros en la tierra. Al obrar así, demostraron claramente que buscaban otra patria… ellos aspiraban a una patria mejor, un país celestial. Por eso, Dios no se avergonzó de ser su Dios y les preparó una ciudad celestial.» (Hebreos 11.13–16, PDT).

PATRIA DEL LATÍN PATRIS: “TIERRA PATERNA”, entre otras acepciones nos recuerda la tierra natal de los padres de una persona, a la cual se siente ligado afectivamente sin necesariamente haber nacido en ella. Luego de haber sido declarados “hijos de Dios” por mediación del sacrificio de Jesucristo, recibimos la “ciudadanía permanente” en la PATRIA CELESTIAL: “Ahora todos podemos tener acceso al Padre por medio del mismo Espíritu Santo gracias a lo que Cristo hizo por nosotros. Así que ahora ustedes… ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios.” (Efesios 2.18–19, NTV).


Dios nos ha dado entrada permanente a la PATRIA donde florece la vida. La angustia de nuestro peregrinar por este mundo es solo temporal: “No se angustien. Confíen en Dios y confíen también en mí. Hay muchos lugares en la casa de mi Padre… Voy a prepararles un lugar, y si voy y preparo un lugar para ustedes, regresaré. Los llevaré conmigo para que estén donde estoy yo.” (Juan 14:1-3, PDT).


¡No hay “PATRIA Y VIDA” en esta tierra! El final de nuestra vida terrenal es la muerte. El final de nuestra existencia en la PATRIA TERRENAL, siempre, siempre, es la muerte. El planeta tierra donde hoy vivimos, también tiene sus días contados. Aún para quienes no creen en Dios, ni dan crédito a la Biblia; la vida en la tierra está limitada. El fin del mundo es ya un pronóstico real para los científicos y la totalidad de los gobiernos de la tierra. El final de la patria terrenal es la muerte. “PATRIA Y MUERTE” es la realidad del hombre sin Dios. “PATRIA Y VIDA” es la buena noticia de Dios para el hombre: “Así como todos mueren porque todos pertenecemos a Adán, todos los que pertenecen a Cristo recibirán vida nueva… todos los que pertenecen a Cristo serán resucitados cuando él regrese. Después de eso, vendrá el fin… Y el último enemigo que será destruido es la muerte.” (1
Corintios 15.22–26
, NTV). “La paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 6.23, NTV). Los cristianos, esperamos ¡PATRIA Y VIDA! Como el rey David podemos pronunciar: “…en la casa del SEÑOR viviré por siempre.” (Salmo 23.6, NTV).


LA MUERTE DEL SER HUMANO Y EL FIN DEL MUNDO ES UNA REALIDAD. ¡Es una idea ciertísima! Pero esa realidad no debe convertirse en una amenaza para el hombre. La Iglesia en sus dos mil años de existencia, en numerosas ocasiones ha usado la realidad de la muerte y el fin del mundo como una amenaza. La mayoría de los gobiernos del mundo actual, también utilizan hoy la amenaza del final de la especie humana en sus discursos políticos.
CUANDO AMENAZAMOS A LOS DEMÁS CON EL FIN DEL MUNDO O CON LA MUERTE, estamos bloqueando la imaginación de la gente y los empujamos a la negación y a la inacción. Necesitamos contarnos las dos historias. La historia del apocalipsis, pero también la historia de la transición, de la reconciliación, de cómo triunfaremos y de cómo podremos ver “un cielo nuevo y una tierra nueva.” El mensaje de Dios para el hombre no es un mensaje amenazante, es un mensaje lleno de esperanza hacia la realidad del futuro. El mensaje de Dios para el hombre es de “BUENAS NOTICIAS.” El cielo nuevo y la tierra nueva es el pronóstico de “PATRIA Y VIDA” que Dios tiene para el hombre: “Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva. El primer cielo y la primera tierra habían desaparecido. El mar ya no existía. También vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que bajaba del cielo, desde donde está Dios. La ciudad estaba arreglada como una novia para su novio, lista para casarse. Oí una fuerte voz del cielo que decía: “Ahora, el hogar de Dios está con los seres humanos y él vivirá con ellos. Serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Él secará todas sus lágrimas, y ya no habrá muerte ni sufrimiento, ni llanto, ni dolor, porque el mundo que existía antes ya desapareció”.” (Apocalipsis 21:1-4, PDT). La esperanza final del cristiano siempre ha descansado en la promesa de “PATRIA Y VIDA.” Aun así, el cristiano está llamado a amar fervorosamente la tierra donde nació. El cristiano está llamado a amar a su patria terrenal y a sus coterráneos. El cristiano está consiente que su terruño no es el cielo, sabe que su patria terrenal es un lugar de angustia
y aflicción. Jesús lo dijo: “Yo os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En este mundo tendréis aflicciones, pero ¡tened ánimo! Yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33, BAD).


¿QUÉ ESTÁ LLAMADO A HACER UN CRISTIANO EN SU PASO POR LA TIERRA? ¿Esperar pacientemente a que nos llegue la muerte o Cristo regrese a buscar a Su Iglesia? ¿Criticar todo lo malo que hoy pasa en el mundo y esperar que descienda “fuego del cielo” para destruir toda la maldad que hay en la tierra? La respuesta a estas preguntas es ¡NO! Dios tiene grandes planes para la raza humana y ha invitado a la Iglesia a colaborar en dichos planes: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?” Pero El, volviéndose, los reprendió, y dijo: “Ustedes no saben de qué espíritu son, porque el Hijo del Hombre no ha venido para destruir las almas de los hombres, sino para salvarlas.” (Lucas 9.54–56, NBLH); “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.” (Juan 3.17, NTV); “mi propósito es darles una vida plena y abundante.” (Juan 10.10, NTV).


Hoy quiero iniciar una serie que he titulado “EL PLAN DE DIOS PARA EL HOMBRE.” El texto base para esta serie es el mismo que la Convención Bautista de Cuba Occidental ha tomado para el programa “LUZ PARA MI TIERRA.” El texto dice: «Sé muy bien lo que tengo planeado para ustedes, dice el Señor, son planes para su bienestar, no para su mal. Son planes de darles un futuro y una esperanza.» (Jeremías 29:11, PDT).
¡HAY UN PLAN DE BIENESTAR PARA EL HOMBRE! El texto base de la serie, es el fragmento de una carta que el profeta Jeremías escribió a un remanente que permanecía cautivo en la ciudad de Babilonia. La carta a los desterrados está llena de esperanza. Habla de un plan futuro, un plan de bienestar. Algo que aún no es, pero un día en el futuro, ¡SERÁ!


En el mensaje introductorio a esta serie sobre el PLAN DE DIOS PARA EL HOMBRE quiero hacerles ver algunos errores que la Iglesia a lo largo de su historia ha cometido al dar a conocer el plan. El error ha estado en hacer más énfasis en las amenazas que vive un mundo caído, que en la esperanza y vida que Dios ofrece a toda la raza humana. Echemos un vistazo a los errores y encontremos el antídoto para vencerlos:

  1. EL ERROR DE LOS CRISTIANOS DE TESALÓNICA: Pablo en su segunda carta a esta iglesia los alerta sobre el día del Señor: “Amados hermanos, aclaremos algunos aspectos sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo… No se dejen perturbar ni se alarmen tan fácilmente por los que dicen que el día del Señor ya ha comenzado. No les crean…” (2.1–3, NTV). Al parecer la creencia de la inminente llegada del día del Señor, provocó que algunos hermanos en la iglesia dejaran de trabajar y anduvieran de manera desordenada. Sentarse a esperar la venida del Señor es un
    error grave para la iglesia.
    ANTÍDOTO PARA ESTA IDEA: Pablo los amonesta así: “…oímos que algunos de ustedes llevan vidas de ocio, se niegan a trabajar y se entrometen en los asuntos de los demás. Les ordenamos a tales personas y les rogamos en el nombre del Señor Jesucristo que se tranquilicen y que trabajen para ganarse la vida. En cuanto al resto de ustedes, amados hermanos, nunca se cansen de hacer el bien.” (3.11–13, NTV). El antídoto para una iglesia que espera el advenimiento de Su Señor es trabajar, no meternos en los asuntos de otros y hacer el bien. ¡Nunca podemos
    cansarnos de hacer el bien!
  2. EL ERROR DE QUIENES SE VOLVIERON ESCÉPTICOS POR LA TARDANZA: “«¿Qué pasó con la promesa de que Jesús iba a volver? Desde tiempos antes de nuestros antepasados, el mundo sigue igual que al principio de la creación».” (2 Pedro 3.3–4, NTV). La iglesia puede lamentar la tardanza del regreso de su Señor por egoísmo. Puede haber cristianos arrogantes como yo que, al sentirnos seguros de la salvación, nos obsesionemos con el regreso del Señor para que todos nuestros problemas queden resueltos. La cultura de nuestro tiempo nos ha condicionado a una vida sin esfuerzo, de “no sacrificio” por el otro. Queremos una vida fácil, sin dolor, sin trabajo, sin enfermedad… No es malo vivir bien, pero si es crítico que la Iglesia olvide transmitir el mensaje de esperanza a quienes aún no lo tienen. Es egoísta el desinterés por el prójimo, es egoísta anhelar el regreso del Señor, sin que
    terminamos de anunciar a cada ser humano el plan reconciliador de Dios.
    ANTÍDOTO PARA ESTA IDEA: El apóstol Pedro explica la razón del retraso de su venida: “…queridos amigos, hay algo que no deben olvidar: para el Señor, un día es como mil años y mil años son como un día. En realidad, no es que el Señor sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Al contrario, es paciente por amor a ustedes. No quiere que nadie sea destruido, quiere que todos se arrepientan.” (2 Pedro 3.8–9, NTV). El propósito de Dios no es destruir. Él quiere que todos se arrepientan y se vuelvan a Él. Pedro explica que debe hacer la iglesia
    en esa espera: “…llevar una vida santa y vivir en obediencia a Dios, esperar con ansias el día de Dios y apresurar que este llegue.” (3.11–12). “Apresurar su llegada” puede estar en armonía con aquellas palabras de Jesús: “Y se predicará la Buena Noticia acerca del reino por todo el mundo, de manera que todas las naciones la oirán; y entonces vendrá el fin.” (Mateo 24.14, NTV). ¿Es nuestra actitud hoy semejante a la del profeta Jonás? Jonás fue enviado a entregar un mensaje de salvación a la gran ciudad de Nínive. Él huyó para no cumplir la misión encomendada. Dios lo trajo de regreso. Al final Jonás se enfureció cuando Dios
    salvó la ciudad. Él discutió con Dios de la siguiente manera: «…Sabía que eres un Dios bueno, que muestras gran compasión, no te enojas con facilidad, estás lleno de amor… Entonces Dios le preguntó: —¿De verdad estás tan enojado? …Jonás le respondió: —¡Claro que sí! Estoy que me muero de rabia. Entonces el Señor le dijo: —Tú no moviste ni un dedo por la planta de ricino, ni hiciste que creciera… Tú sí puedes preocuparte por ella, pero ¿no puedo yo preocuparme por Nínive, una gran ciudad donde viven más de ciento veinte mil personas que no sabían el mal
    que estaban haciendo, y donde hay muchos animales?» (Jonás 4, PDT).
  3. EL ERROR DE LOS QUE PONEN FECHAS: No solo los Testigos de Jehová han fracasado dando fechas sobre el regreso del Señor. Harold Camping presidente de “Family Radio” predijo que el arrebatamiento de los elegidos de Dios se llevaría a cabo el 21 de mayo de 2011, tras lo cual comenzaría la Gran Tribulación. El fin del mundo llegaría el 21 de octubre de 2011. Han pasado 10 años de esa falsa profecía y aún no ha regresado nuestro Señor.
    ANTÍDOTO PARA ESTA IDEA: El propio Señor Jesús alertó a sus seguidores que ningún ser humano conoce el día del fin: “Nadie sabe el día ni la hora en que sucederán esas cosas, ni siquiera los ángeles en el cielo ni el propio Hijo. Sólo el Padre lo sabe. Y, ya que ustedes tampoco saben cuándo llegará ese tiempo, ¡manténganse en guardia! ¡Estén alerta!” (Marcos 13.32–33, NTV). El antídoto para la espera requiere estar atentos y vigilantes. Requiere que ¡ESTEMOS EN GUARDIA! Ese fue el mismo llamado que el apóstol Pedro nos transmitió: “…los estoy previniendo con tiempo. Manténganse en guardia… tengan cuidado…
    Conozcan mejor a nuestro Señor y Salvador Jesucristo y así recibirán cada vez más de su generoso amor.” (2 Pe. 3.17–18, NTV-PDT). Se hace necesario en la espera, aumentar nuestro conocimiento de Jesús. Eso nos hace recibir más de su amor y nos ayudará a enfrentar el próximo error.
  4. EL ERROR DE DEJAR ENFRIAR EL AMOR: En una ocasión, Jesús se sentó en el monte de los Olivos con sus discípulos. Ellos le preguntaron en privado: “—Dinos, ¿Cuándo sucederá todo eso? ¿Qué señal marcará tu regreso y el fin del mundo? Jesús les dijo: —No dejen que nadie los engañe…” (Mateo 24.3–4, NTV). Luego de citar varias señales previas a su regreso, Jesús habló de una señal que puede estarse adueñando de la iglesia en este tiempo: “Abundará el pecado por todas partes, y el amor de muchos se enfriará.” (Mateo 24.12–13, NTV). El aumento del pecado
    (el mal) y a falta de amor (el bien), será causa del fin del mundo.
    ANTÍDOTO PARA ESTA IDEA: Los gobiernos humanos toman medidas para detener el fin del mundo tratando de disminuir algunas de sus posibles causas: guerras, cambio climático, vacunas para virus malignos que destruyan la vida del hombre… Aun intentan crear naves para “viajar al cosmos” en busca de otras tierras habitables, en caso que nuestro planeta colapse. Pero pocos trabajan en disminuir el pecado y en aumentar el amor. Si aún los gobiernos del mundo lograran
    encontrar otro planeta habitable en otra estrella, si no resolvemos el problema con el pecado y la falta de amor, allí también nos alcanzará la destrucción: «Si te remontaras tan alto como el águila y colocaras tu nido entre las estrellas, aun de allí te arrojaría, dice el Señor.» (Abdías 1:4, PDT). Hoy muchos gobiernos del mundo aprueban leyes llamando a lo “malo” “bueno” sin percatarse que eso acelera el final de aflicción del que habla la Biblia: “¡Qué aflicción para los que dicen que lo malo es bueno y lo bueno es malo, que la oscuridad es luz y la luz es oscuridad, que lo amargo es dulce y lo dulce es amargo!” (Isaías 5.20, NTV).
    ¡Qué desastre si la Iglesia también pierde el amor! Así pasó con la iglesia de Éfeso: “Pero tengo una queja en tu contra. ¡No me amas a mí ni se aman entre ustedes como al principio!” (Apocalipsis 2:4, NTV).
  5. EL ERROR DE DESEAR LA MUERTE PARA LLEGAR AL CIELO: Ese ha sido uno de mis constantes pecados. En el “Nuevo Himnario Popular”, hoy “himnario viejo”, hay un himno que casi siempre se cantaba en los cultos de oración de nuestra iglesia. Se titulaba “ORACIÓN VESPERTINA.” La letra y música es de Charles H. Gabriel. Data del año 1939. La tercera estrofa dice:
    “Si he sido perezoso en trabajar,
    O si he deseado yo contigo estar
    En vez de hacer tu celestial mandar,
    Te imploro perdón.”
    La garantía de vida eterna en el cielo y las bondades que la Biblia nos habla sobre la vida en la “PATRIA CELESTIAL”, nos tientan a desear estar ya junto al Señor. Si mi deseo de partir con el Señor se motiva por no hacer lo que Dios me ha mandado hacer, necesito rectificar mi error y hacer la función que Él me dio aquí en la tierra.
    ANTÍDOTO PARA ESTA IDEA: Pablo nos dejó el mejor legado para emplear nuestro tiempo en la tierra: “Para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor. Pero si vivo, puedo realizar más labor fructífera para Cristo. Así que realmente no sé qué es mejor. Estoy dividido entre dos deseos: quisiera partir y estar con Cristo, lo cual sería mucho mejor para mí; pero por el bien de ustedes, es mejor que siga viviendo. Al estar consciente de esto, estoy convencido de que seguiré con vida para continuar ayudándolos a todos ustedes a crecer y a experimentar la alegría de su fe. Y cuando vuelva, tendrán más razones todavía para sentirse orgullosos en Cristo Jesús de lo que él está haciendo por medio de mí. Sobre todo, deben vivir como ciudadanos del cielo, comportándose de un modo digno de la Buena Noticia acerca de Cristo. Entonces, sea que vuelva a verlos o solamente tenga noticias de
    ustedes, sabré que están firmes y unidos en un mismo espíritu y propósito, luchando juntos por la fe, es decir la Buena Noticia.” (Filipenses 1.21–27, NTV).
    Pablo deseaba seguir viviendo para “realizar más labor fructífera para Cristo.” El deseaba “continuar ayudando a sus hermanos de la fe a crecer y a experimentar la alegría de su fe.” Pablo deseaba vivir para exhortar a la iglesia a vivir como “ciudadanos del cielo” es decir, la Iglesia debe modelar en la tierra el tipo de vida de LA PATRIA CELESTIAL. El tiempo que Dios nos conceda la vida aquí en la tierra, la Iglesia debe “VIVIR LA BUENA NOTICIA” y “DECIR LA BUENA NOTICIA.”
    Tal vez usted, como me ha pasado a mí, sea de los que siempre ha repetido la parte de la oración modelo “venga tu reino” pensando en el regreso de nuestro Señor Jesucristo. Pero la frase que sigue en la oración: “que se cumpla tu voluntad en la tierra como se cumple en el cielo” (Mateo 6.10, NTV), infiere que el reino comienza a acercarse cuando los hombres en la tierra cumplen la voluntad de Dios: “cuando vayáis, predicad diciendo: ’El reino de los cielos se ha acercado.’” (Mateo 10.7, RVA).

El mejor legado que una Iglesia puede transmitir a su PATRIA TERRENAL y a toda la humanidad, es vivir acorde con la voluntad de Dios y dar a conocer SU VOLUNTAD a cada ser humano. Jeremías dio a conocer al pueblo de Dios lo que Él tenía planeado para ellos. Son los mismos planes que Él tiene para todo ser humano hoy: “Son planes para nuestro bienestar, no para mal. Son planes de darnos un futuro y una esperanza.»

LOS PLANES DE DIOS PARA EL FUTURO, TIENEN UN OBRAR PARA EL TIEMPO PRESENTE. Como mismo la profecía de Jeremías daba un futuro de esperanza al pueblo que vivía cautivo lejos de su patria, Dios nos pide hoy bendecir la PATRIA TERRENAL donde vivimos, en espera del día en que lleguemos a la “PATRIS: LA TIERRA DE NUESTRO PADRE DIOS.”


“Construyan casas y vivan en ellas. Planten huertos y coman lo que se produce en ellos. Cásense y tengan hijos e hijas y cásenlos a ellos para que también ellos tengan sus hijos e hijas. Multiplíquense allí y no disminuyan. Busquen el bienestar de la ciudad a la que los he enviado y oren por ella al Señor, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de ella.” (Jeremías 29:5-7, PDT).

¡HASTA LA PRÓXIMA SEMANA, SI DIOS LO PERMITE!

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