Efectos del coronavirus en los cristianos y el cristianismo:

LIMITADO TRABAJO EVANGELÍSTICO – MISIONERO.

Es en esta situación de coronavirus, permitida por Dios, es que la iglesia debe llevar adelante la labor evangelizadora y misionera. Es significativo comprender que Dios no tiene un “plan B” para proclamar las buenas nuevas de salvación a las naciones.

La labor misionera de Jesús es la razón por la que salió durante el ministerio público y la razón por la que iba de pueblo en pueblo (Mr 1:38-39). El propósito de su ministerio ungido por el Espíritu era proclamar las buenas nuevas a los pobres (Lc 4:18-19). Vino a llamar a los pecadores al arrepentimiento y la fe (Mr 1:15; 2:17). La misión de Jesús fue hacer posible que nuestras relaciones con Dios, entre nosotros y con la creación pudieran ser restauradas y que fueran buenas de nuevo. Así el Maestro delegó en sus discípulos la gran comisión.

Jesucristo fue muy claro acerca de la misión que les dejaba a sus discípulos. Hoy conocemos esta declaración como “La gran comisión” (Mt. 28:18-20, Lc. 24:44-49, Jn. 20:21, Hch. 1:8). El libro de Hechos es un registro del trabajo que la Iglesia realizó, en el poder del Espíritu Santo, para cumplir con la encomienda. Este libro relata cómo los primeros cristianos comprendieron la misión principal de la Iglesia, y cómo trastornaron el mundo entero (Hch. 17:6)

¿Cuál es la misión de la Iglesia? Los escritores Kevin DeYoung y Greg Gilbert lo sintetizan de este modo: “Creemos que la Iglesia es enviada al mundo para dar testimonio de Jesús proclamando el evangelio y haciendo discípulos de todas las naciones”.

La gran comisión (Mat: 28: 19-20) es nuestra tarea central y específica, encomendada particularmente a la Iglesia. Por lo que hablamos de una tarea urgente, más aún cuando pensamos en aquellos que se pierden sin escuchar el evangelio. La misión de la iglesia es mostrar a la gente el amor de Dios y decirles que es posible tener una relación con Él. Nosotros somos llamados a hacer esto, de todas las maneras en que Jesús lo hizo durante su tiempo aquí en la tierra. Es por esto que decimos que la misión es holística o integral: comprende toda la esfera de la vida. Lo espiritual, las emociones, y el cuerpo.

Estar “en misión” o participar en el trabajo misionero sugiere intencionalidad y movimiento. Debemos confiar en el poder del evangelio, que transforma el corazón y es capaz de cambiar la vida completa, culturas, sociedades, e incluso el curso de la historia.

La misión en tiempos de coronavirus.

Los pastores son llamados a proteger a sus ovejas (1 Pedro 5: 2). En ocasiones damos por hecho, que esta protección tiene que ver con el pecado o alguna forma de enseñanza antibíblica. Aunque esto es cierto, no creemos que la responsabilidad pastoral termina en la doctrina. Cuidar de las ovejas significa cuidar su corazón, mente, cuerpo y alma.

El coronavirus ha confinado a millones de personas en sus casas. ¿El objetivo? Frenar su expansión. Pero la misión de la iglesia no se debe detener ante nada, y aquí está incluía la pandemia del coronavirus. El evangelio no es menos cierto hoy, de lo que era antes del coronavirus. Hemos sido tentados a usar la necesidad del aislamiento físico y el distanciamiento social como una excusa fácil para la inactividad, pero esto no debe ser así. Las crisis perturban las mentes y los corazones, pero el evangelio sana esas heridas.

Las iglesias locales han tomado decisiones muy desafiantes con respecto a la manera que funcionan. Las respuestas fueron desde no hacer absolutamente nada diferente, a alterar por completo todos los aspectos del servicio de adoración, y funcionamiento de las mismas.

Debemos acabar de entender que su iglesia; no tiene que reunirse el domingo por la mañana para ser la iglesia. Debemos proclamar las buenas nuevas del Cristo crucificado y resucitado en una comunidad en caos. Hoy mas que nunca cobra pertinencia la labor evangelizadora. Claro, debemos asumir los nuevos retos y las diferentes maneras para realizar la misión. La metodología de comunicación del evangelio será diferente en cada caso y los contextos culturales y regionales juegan un papel en la configuración de los canales a través de los cuales el evangelio fluye más fácilmente.

Compartimos las buenas nuevas de la misión de Dios con nuestras palabras, obras y carácter, en las diferentes situaciones en las cuales nos encontramos trabajando. Digamos no a la parálisis eclesiológica. Dios nos libre de caer en agorafobia.

Si Dios está por nosotros, ¿Quién estará contra nosotros? Ro. 8: 31.

La misión y la urgencia de la solidaridad.

La hipocondría ha sido definida como la preocupación por el miedo a temer, o creer que se tiene una enfermedad física grave debido a una interpretación errónea de síntomas, por lo que, ante una sensación corporal normal o un síntoma localizado menor, lo interpreta como una señal de enfermedad grave. La persona que sufre Hipocondría, es un ser vulnerable ante las alertas sanitarias como la propagación de virus o pandemia, en donde se sumerge en sus pensamientos con un sentido fatalista llegando a ser casi obsesivo. Actualmente vemos muchas personas que están padeciendo la sensación de temor, que pueda representar el riesgo de contagio sin aun haberse infectado por el virus, probablemente debido a las constantes informaciones que se tienen sobre contagios y muertes que los hacen sentir síntomas.

Podemos decir que uno de los gestos humanos, que más ha sufrido en este tiempo es el de la solidaridad. El miedo nos ha paralizado, llegando incluso a endurecer nuestro corazón ¡Que pena!

Una crisis como ésta descubre el vacío del materialismo y la gran cantidad de falsos evangelios. Ahora más que nunca, debemos encontrar maneras de amar a nuestros “próximos”, haciendo y hablando con claridad sobre la única esperanza verdadera y dónde se encuentra. Pues: Es Cristo Jesús nuestra esperanza. 1 Tim. 1: 1. La Iglesia, en sus dimensiones local y universal, debe ofrecer a los que acompaña y consuela, un apoyo moral, material y espiritual, de manera que nadie esté solo frente al sufrimiento o frente a la muerte. Los actuales desafíos nos exigen que las acciones y compromisos no sean esporádicos; requieren de unidad, escucha y organización, siempre en beneficio del bien común.

La misión y sus retos.

El hecho de que no podamos cumplir la Gran Comisión, como lo hacíamos antes se observa más claramente ahora. Al estar encerrados, cuando no podemos salir de nuestro hogar, cuando las iglesias no pueden reunirse, cuando no se pueden realizar eventos de públicos, cuando no se pueden enviar misioneros, nos sentimos retados a buscar nuevas maneras.

Debemos hablar también de un fenómeno que lejos de menguar se ha acrecentado en este tiempo, y es la persecución. Todo lo dicho anteriormente nos obliga a replantear la manera en que cumplimos nuestra responsabilidad evangelizadora.

La pandemia del coronavirus ha intensificado las hostilidades contra los cristianos a lo largo de todo el mundo. Así lo refleja la última edición de la Lista Mundial de Persecución (2021) publicada por Puertas Abiertas, y según la cual, la epidemia ha servido a determinados gobiernos para “exacerbar la discriminación sistemática que sufren las minorías cristianas” y para “legitimar el aumento de la vigilancia y las restricciones aplicables”.

El informe cuantifica que, a lo largo de 2020, unos 340 millones de cristianos en todo el mundo han sido objeto de discriminación, trato desigual y persecución violenta. Durante el año pasado, 4.761 personas fueron asesinadas por causa de su fe en Jesús, dicen desde la organización. En total, un 60% más que el año anterior. Además, 4.277 cristianos fueron arrestados sin un procedimiento legal o sentenciados estando ya en prisión, y 4.488 lugares de culto cristianos fueron objeto de ataques.

Estos días de coronavirus no son días perdidos. Aun con los cierres y desaceleraciones mundiales, la oportunidad para el evangelio se ha acelerado. Debemos usar los dones que nacen de la creatividad singular, para promover la actividad cristiana en tiempos de renuncia y sufrimiento, con acciones alternativas para superar las limitaciones necesarias decretadas por las autoridades. Las redes sociales WhatsApp, Facebook, Instagram, YouTube, Twitter, blogs, y web, son herramientas útiles que, combinadas con los dones individuales de cada cristiano, pueden contribuir al adelanto del Reino, y su establecimiento.

La misión exitosa.

El enemigo de la iglesia y de las almas trabaja intensamente para paralizarnos, desviarnos, o entretenernos, con tal que no cumplamos nuestra Misión. Digamos como Pablo: no ignoramos sus maquinaciones. Bajo la dirección del Espíritu Santo asumamos los retos que nos presenta el coronavirus, y busquemos soluciones innovadoras para hacer misión. Dichoso aquel siervo a quien, su Señor cuando venga, lo encuentre haciendo así. Mat. 24: 46.

“Al final, la gran comisión debe ser la misión de la Iglesia por dos razones muy básicas: hay algo peor que la muerte, y hay algo mejor que la prosperidad humana”. DeYoung y Gilbert

En comunión y conectados, podemos ensanchar aún más el anuncio de las buenas noticias. «Y este evangelio del Reino será predicado en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones». (Mt 24-14).

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