Mentoreo

¿Es el arte del mentoreo parte de la narrativa bíblica? ¿Se puede observar que su uso fue un elemento que hizo la diferencia en los resultados obtenidos por quienes recibieron su beneficio? ¿Hay algún pasaje bíblico que presente este proceso de inversión de una vida en otra como un mandato a cumplir, en lo que a obediencia al Señor y a la efectividad en el ministerio se refiere? Estas son algunas cuestiones que el escritor de este artículo se propone responder, a fin de demostrar la base bíblica que respalda, enseña y urge al pueblo de Dios, acerca de este tema.

El principio bíblico del mentoreo está ampliamente fundamentado desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo, entretejido a lo largo de la historia bíblica. Uno y otro líder sobresaliente crecieron a la sombra de otros más experimentados en el ministerio. Estos últimos invirtieron buena parte de su tiempo y esfuerzos en el desarrollo personal y ministerial de sus protegidos. Es ese precisamente el sentido en que usan el término los autores John Maxwell y Jim Dornan en su libro ‘Seamos personas de influencia’. Acto seguido, el articulista toma nota de la definición compartida por ellos: “Ser mentor es derramar su vida en otras personas y ayudarlos a alcanzar su potencial, mostrándoles cómo crecer personal y profesionalmente”[1]. Para comenzar a profundizar en el tema, el autor sugiere echar una mirada a algunas de las más significativas relaciones de este tipo que propone el Antiguo Testamento. Los personajes que han sido escogidos para abrir esta reflexión son Jetro y Moisés.

¿Fue el sacerdote de Madián y posteriormente suegro de Moisés, un mentor para su yerno? Así piensa quien escribe, pues cuando este último huye de Egipto y llega a Madián, Hobab (Jue 4:11) primero le recibe en casa y más adelante, le permite llegar a ser parte de la familia, contrayendo matrimonio con una de sus hijas (Ex 2:21). Parece que el futuro escritor de la ley no era muy entendido en el tema familiar, pues ya tenía 40 años y no estaba casado. También es claro que Moisés es enseñado e introducido en las labores familiares de la ganadería. Este oficio, el cual había sido antes llevado a cabo por las hijas de Reuel (Ex 2:16), fue aprendido por el otrora aristócrata egipcio, luego de su llegada a estas tierras.

Jetro llegó a convertirse en un padre y mentor para Moisés, a pesar de que su discípulo, según las palabras dichas en el alegato de Esteban en el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo siete, había sido instruido durante su estancia en el palacio de los faraones en todas las cosas que los egipcios sabían, conocimientos elogiados entonces en todo el mundo.  La frase citada por Lucas, describiendo a Moisés como ‘un hombre poderoso en palabras y en hechos’ (Hch 7:22b), probablemente aluda a su experiencia militar anterior. Jamieson, Fausset y Brown comentan este pasaje haciendo referencia a posibles acontecimientos de la vida temprana, que solo se han conservado en forma oral. También citan al historiador judío Josefo, quien comenta que la habilidad del libertador fue reconocida antes de que saliera de Egipto[2]. El comentarista William Barclay cita también a Josefo, quien comenta lo siguiente: “Cuando Moisés se hizo mayor llegó a ser el más famoso de los generales egipcios”[3].

Ex 3:1 da un salto de casi 40 años y presenta a Moisés como un consagrado pastor de ovejas, que apacienta sus rebaños sin vacilar distancias ni esfuerzos. En esta ocupación se encontraba cuando vio la zarza que ardía y no se consumía en el monte Horeb y recibió la encomienda que daría a su vida un vuelco de ciento ochenta grados. La tarea propuesta por Dios de regresar a Egipto y liberar al pueblo de Israel de su cautividad de casi cuatro siglos (Ex 12:40) y luego, conducirlo rumbo a la tierra prometida, era el mayor reto, jamás enfrentado por ‘el hombre más manso que había sobre la tierra’ (Nm 12:3).

Jetro era alguien con quien Moisés consultaba sus decisiones. Luego que Dios le habló la primera vez[4], Moisés enseguida habla con su suegro y le comunica la decisión de regresar a Egipto y reunirse con sus hermanos, si aún vivían. Este le da su aprobación y bendición. ‘Ve en paz’ es una expresión común en hebreo y expresa los buenos deseos para el viaje y para la vida de la persona. (Ex 4:18)[5].

No mucho después el anciano se hace cargo de su hija Séfora y sus dos nietos, ante la imposibilidad temporal de que estos acompañaran a Moisés en su viaje a Egipto (Ex 4:25). La dificultad para seguir juntos, camino a Egipto, pudo ser la realización de la circuncisión de uno de sus hijos, probablemente el menor (Ex 4:24-26). En el capítulo cuatro, versículo 27 se relata el encuentro de Moisés y Aarón sin mencionar más a su familia hasta el capítulo dieciocho y versículo dos, donde se menciona que Moisés había enviado a Séfora y los muchachos de regreso a Madián, al emprender su retorno a Egipto (Ex 4:18-27).

Jetro, quien estaba al tanto desde la distancia de todo lo que pasaba con su yerno (Ex 18:1), decide venir a visitarlo, mientras el pueblo estuvo acampado en el desierto del Sinaí (Ex 18:5). De esta manera propició el reencuentro familiar, trayendo consigo a su hija Séfora y a sus nietos Gersón y Eliecer, la esposa e hijos de Moisés (Ex 18:2-6). Al escuchar de su llegada, el caudillo de Israel sale de la tienda a recibirle. Se inclina delante de él y lo besa. Esta era una costumbre, practicada cuando el visitante era considerado alguien importante, tal como se ve en la visita de los tres hombres a Abraham (Gn 18:1-8). Al darle la bienvenida de esta manera, Moisés estaba demostrándole respeto y gratitud a su consejero (Ex 18:7).

Posteriormente, le cuenta en detalles cómo Dios les había librado del Faraón y las dificultades que habían tenido durante el viaje (Ex 18:8). Su suegro lo escucha atentamente y se alegra mucho (Ex 18:9). Jetro bendice a Dios por sus portentosos actos liberadores y confiesa que Jehová es más grande que todos los dioses (Ex 18:10-12).  Incluso, toma un animal para quemarlo en honor de Dios y también otras ofrendas y come junto a Moisés y el resto de los líderes del pueblo. “El sentido es que el encuentro fue bendecido por Dios en un marco de bondad y buenas relaciones”[6].

Al día siguiente, Jetro observa cómo era un día normal de trabajo de su yerno y decide hablarle sobre el tema (Ex 18:13, 14). Le advierte enfáticamente: “No está bien lo que haces. Tanto tú como el pueblo que viene a ti van a quedar extenuados. El trabajo es demasiado para ti. No puedes hacerlo solo” (Ex 18:17, 18). Moisés estaba empleando tanto tiempo y esfuerzos atendiendo personalmente al pueblo que no podía ocuparse de otras tareas sustanciales. Es durante estos años que se comienzan a escribir los inspirados libros de la ley, fruto de la pluma de Moisés (Ex 17:14). Jetro le recomendó que delegara parte de su trabajo en otros, dando a estos la oportunidad de crecer. Así aliviado, podría concentrar sus esfuerzos y multiplicar su eficiencia en aquellas labores que solo él podía llevar a cabo [7].

En Ex 18:23 hay una cláusula importante en las palabras de Jetro. “Si Dios así te lo ordena” (NVI), “si Dios te lo mandare” (RVR). Moisés aplicó el consejo de Jetro, porque consideró que Dios estaba hablando a través de él y que se trataba de una disposición divina para guardarle con salud y bendecir al pueblo. Por tanto, Moisés decide adherirse al plan propuesto. Oye a su suegro y hace todo lo que él le recomineda (Ex 18:24-26). Las directrices provistas por el anciano fueron de gran ayuda para Moisés como guía de la nación. Su apego a dicha estrategia propició además la realización de su trascendental labor literaria: el Pentateuco, también conocido como los libros de la Ley. Finalmente, Jetro se va nuevamente a su tierra. Sabe cuándo llegar y cuando irse; ayuda mientras puede, pero no genera dependencia hacia su persona (Ex 18:27).

En escritos posteriores se continuará, Dios mediante, abordando en la Palabra el tema del mentoreo y su importancia en la formación de las nuevas generaciones de líderes. Para ello se estará tomando como base la relación maestro-discípulo que se estableció entre los profetas Elías y Eliseo, así como la interacción entre el Señor Jesús y los doce discípulos, siguiendo con los misioneros Bernabé y Pablo y terminando con el esfuerzo formador, llevado adelante por el apóstol a los gentiles, en favor de Timoteo, Tito y otros siervos. 

BIBLIOGRAFÍA

Comentarios Bíblicos

Adam Clarke, Comentario de la Santa Biblia. Tomo I.Kansas City, Missouri: Casa Nazarena de Publicaciones, 1988.

Andiñach, Pablo R., Libro de Éxodo: Comentario para Exégesis y Traducción. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas, 2008.

Dummelow, J. R. Ed., A Comentary of the Holy Bible: Complete in one volumen. New York: Macmillan Publishing Co., 1974.

Fafasuli, Tito, Federico A. P. Mariotti, Abdías Mora y José Tomás Poe, ed. Nuevo Comentario Bíblico. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1977.

Henry, Matthew. Comentario Bíblico: Obra Completa sin Abreviar. Barcelona, España: Editorial CLIE, 2003.

Jamieson, Fausset y Brown, Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia. Tomo I, Antiguo Testamento.El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1990.

MacDonald, William. Comentario al Antiguo Testamento. Terrassa, España: Editorial CLIE, 2000.

Mayo, Juan R, ed. Biblia del Diario Vivir. Nashville, TN: Editorial Caribe, 1997.

Pfeiffer, Charles F. Comentario Bíblico Moody: Antiguo Testamento. Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1993.

Wenham, G. J., J. A. Motyer, D. A. Carson y R. T. France, ed. Nuevo comentario bíblico Siglo XXI. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1999.

Libros

Maxwell, John C. y Jim Dornan, Seamos Personas de Influencia: Cómo impactar positivamente a los demás. Nashville, TN – Miami, FL: Editorial Caribe, 1998.


[1]John Maxwell y Jim Dornan, Seamos Personas de Influencia, 16-21.

[2]Jamieson, Fausset y Brown, Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia, 246.

[3]William Barclay, El Nuevo Testamento: Hechos de los Apóstoles, 67.

[4] Después que le apareció en el monte Horeb, Dios habló con Moisés frecuentemente. Las siguientes citas son un ejemplo de ello: Ex 4:19, 21-23; 6:1, 2-8, 10-13; 7:1-5, 8, 9, 14-18, 19; 8:1-4, 5, 16, 20-23; 9:1-5, 8, 9, 13-19, 22; 10:1, 2, 12, 21; 11:1, 2, 9; 13:1, 2; 14:1-4, 15-18, 26:26.

[5] Pablo R. Andiñach, Libro de Éxodo: Comentario para Exégesis y Traducción, 70.

[6] Pablo R. Andiñach, Libro de Éxodo: Comentario para Exégesis y Traducción, 201.

[7]Juan R. Mayo, Biblia del Diario Vivir, 110.

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